8.6.04

San Maximiliano Kolbe, mártir en Auschwitz, preparado por la Virgen

De la niñez de Maximiliano se conserva un episodio prodigioso que resultó ser profético. A los nueve años, en el tiempo de su primera comunión, Maximiliano era un niño muy inquieto. Un día su madre, agotada, le dijo: "Hijo mío, ¿qué va a ser de ti?". Poco después cambió profundamente al punto de ser irreconocible: lo encontraban con frecuencia recogido, serio, al pie del altar familiar dedicado a la Virgen María. Su carácter se hizo dulce y sereno; pero lloraba con tal frecuencia que su madre pensó que estaría enfermo. A fuerza de insistir en preguntarle la causa de ese cambio, su madre se enteró de labios de su hijo de un hecho que durante mucho tiempo fue la única en conocer. Ella hace esta declaración: «Temblando de emoción y con lágrimas en los ojos, me dijo: "El día que exclamaste: ‘¿Qué va a ser de ti?’, yo pedí a la Señora que me dijera lo que iba a ser de mí. Continué pidiéndoselo en la iglesia: entonces se me apareció llevando dos coronas, una blanca y una roja. La blanca significaba que yo permanecería puro, la roja que sería mártir. Me preguntó si las quería. Yo respondí: ‘Sí, las quiero’. Entonces me contempló dulcemente y luego desapareció"».

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