29.6.04

Fátima, compendio de la fe

The Portuguese preserve the dogma of the faith in the exact measure that they hold fast with filial docility to the revelations of Our Lady of Fatima, “the best of catechists”, as Mgr Venancio said. During his episcopate, he often recalled that “the message of Fatima encompasses a doctrinal content so vast that none of the fundamental themes of the Christian faith are missing”10. In his pastoral letter for the fiftieth anniversary of the apparitions, he declared: “Today people are searching, and with good reason, for new pastoral methods that are living and effective. But, allow me to say this, nothing is more effective than to show how Catholic dogma lies at the bottom of the Message confided to us at Fatima. Destined, by its content, for the whole world, it translates dogma and sets it before our eyes in a manner that is at once concrete and arresting.11”

Observing the progress of apostasy within the Church, his successor, Mgr do Amaral, said, in 1975, in a strikingly pithy turn of phrase: “Fatima is a proclamation of faith for the Christian of our times. If there is no article in the Credo that is not questioned today, neither is there any truth of faith that is not affirmed by Fatima.12”

Hermana Lucía, San Luis MºGrignon de Montfort y San Pio X sobre el rosario y la fe

Sister Lucy has often recalled that the Rosary, in our “times of diabolical disorientation”, is a “powerful way of helping souls to preserve faith, hope and charity. There are people who do not know how, or are simply unable, to gather their thoughts and meditate. Ah well! the simple gesture of taking their Rosary to pray shows that they are mindful of God, and when they recall, in each decade, a mystery in Christ’s life, they go over them again in their mind, and this act will preserve in their souls the gentle light of the faith, it will keep the wick burning, which would otherwise eventually go out. However, those who abandon the prayer of the Rosary and who do not take part every day in the Holy Sacrifice of the Mass have nothing to feed their souls on; how could they not eventually lose their way, due to the materialism of earthly life?” The seer explains moreover that “in the Holy Rosary or chaplet is contained the entire wealth of God’s truths, or, to put it better, God’s revelation to men”.

Father José dos Santos Valinho, who was closely acquainted with Sister Lucy, his aunt, told me when I met him in Porto on 16 June 1999: “For her, if a priest says the Rosary every day, it is a sign of orthodoxy in his teaching.”

Such was already the conviction of Father de Montfort:

“Believe me, my dear brother in the Rosary, if you want to arrive at a high degree of prayer without any affectation and without falling into the illusions of the devil so common to people of prayer, say your entire Rosary every day, if you can, or at least a chaplet. You have already reached this point by the grace of God, if you want to be faithful to it and to grow in it with humility. Keep saying the Holy Rosary, for a soul that says its Rosary every day will never be formally heretical nor deceived by the demon; this is a proposition that I would sign with my blood.36”

Such thinking will be found among all the saints who saw the great apostasy of the end times coming. Mgr Sarto, the future Saint Pius X, taught nothing different to his diocesan faithful:

“The characteristic of our times is that indocility of mind which aims at the destruction of dogmas, and that corruption of the heart which leads to the subversion of Christian morals. There is only one way to defend faith and morals, and that is to meditate on the mysteries proposed by the Holy Rosary.” For, “if the world has forgotten even the vestiges of virtue, by contemplating the admirable examples put forward in the Rosary, we are better able to fight disordered passions within ourselves, we can rouse in our souls, along with a sincere regret for sin, a lively faith and a consoling hope, and we can help all the other virtues to blossom"

Nuestra Sra. de Lavang, en lo profundo de la selva vietnamita

NUESTRA SEÑORA DE LAVANG
Vietnam 1798 hasta aprox. 1898
La Madre escucha el lamento de sus hijos

Vietnam tiene una larga historia de persecución contra la Iglesia. Durante gran parte del siglo XVIII, la nación se vió aguerrida por constantes luchas por el poder. La región del norte del reino cayó bajo la autoridad de los lores de la familia Trinh, mientras que en el reinado del sur la nobleza de los Nguyen se hicieron del poder. A medida que el siglo XVIII se acercaba a su final, ambos regentes eran abatidos y amenazados por insurrecciones campesinas y nacientes fuerzas rebeldes.

La más peligrosa entre todas las insurrecciones fue guiada por tres hermanos de Tay Son. En corto tiempo estos depusieron tanto a los lores Nguyen como a los Trinh, para restablecer la unidad nacional por primera vez desde la caída de la dinastia Le. Uno de los hermanos Tay Son fue coronado Rey Quang Trung. En 1792 murió y su hijo, el Rey Canh Thinh, ascendió al trono.

Mientras tanto, Nguyen Anh continuaba la lucha insurgente en reclamación de su trono. Años antes, en 1777,pudo escapar de las fuerzas rebeldes de Tay Son y encontró refugio en la isla de Phu Quoc, donde Monseñor Pierre Pigneau de Behaine, de la Sociedad de Misiones Extranjeras, dirigía un seminario para jóvenes de países vecinos. El obispo le persuadió a buscar ayuda del rey Luis XVI de Francia.

El Rey Canh Thinh conocedor de que Nguyen Anh recibía apoyo del misionero francés y preocupado de que los católicos vietnamitas ratificaran ese reinado, comenzó a restringir la práctica de los católicos en el país. El 17 de agosto de 1798, el Rey Canh Thinh emitió un edicto anti-católico y una orden para destruir todos los seminarios e iglesias católicas. Una gravísima persecución de católicos vietnamitas comenzó y duró hasta 1886.

Aun después que Nguyen Anh triunfó en la reclamación del trono siguió la persecución. También con el Rey Gia Long (1802-1820), Rey Ming Mang (1820-1840), Rey Thieu Tri (1841-1847) y el Rey Tu Duc (1847-1884). El último emperador Nguyen continuó su vehemente campaña contra los católicos, ordenando castigos que se extendían desde marcarles las caras como si fueran ganado hasta la pena de muerte, usando variados métodos de crueldad para los vietnamitas católicos y para los sacerdotes misioneros.

Fue durante este gran período de sufrimiento cuando Ntra Sra de Lavang vino al pueblo de Vietnam. El nombre Lavang se cree se origina por el nombre de una remota foresta en la región central de Vietnam (ahora conocida como Ciudad de Quang Tri) donde abunda un tipo de árbol que lleva el nombre: La' Vang. También se dice que su nombre viene de la palabra vietnamita que significa "Súplica", por los desesperados gritos de auxilio de ese pueblo católico en persecución.

La primera aparición de Ntra Sra de Lavang fue conocida en 1798, cuando la persecución de los vietnamitas católicos comenzó. Muchos católicos del cercano pueblo de Quang Tri buscaron refugio en las profundidades de la foresta de Lavang. Un gran número de estas gentes sufrieron del frío, del acecho de las bestias salvajes, enfermedades de la selva y hambruna. Por las noches se congregaban en pequeños grupos para rezar el Santo Rosario y para orar. Inesperadamente, una noche fueron visitados por la aparición de una bella Señora que vestía un largo manto, sostenía un niño en sus brazos y tenía dos ángeles a su lado. Reconocieron a la Señora como a Nuestra Santísima Madre.

Nuestra Santísima Madre los confortó y les enseño como hervir las hojas de los árboles a su alrededor
para usarlos como medicina. También les dijo que desde ese día en adelante, todo aquel que viniese a ese lugar para orar, sus oraciones serían escuchadas. Esto tomó lugar en un área de prado cerca de un
viejo árbol baniano donde los refugiados oraban. Todos los presentes testimoniaron el milagro. Después de esta aparición, la Santísima Madre continuó apareciéndosele muchas veces a los fieles en el mismo lugar a través del período de casi un siglo de persecución religiosa. Entre los muchos grupos de católicos vietnamitas que fueron quemados vivos por su fe se encuentra un grupo de 30 fieles que fueron apresados después de salir de su refugio en la foresta de Lavang. Haciendo caso a su súplica fueron llevados a la pequeña capilla de Lavang donde fueron inmolados. Lavang es así tierra de mártires.

Desde el tiempo en que Ntra. Sra. de Lavang apareció por primera vez, el pueblo que tomó refugio allí levantó una pequeña y desolada capilla en su honor. Durante los años siguientes, su nombre se esparció entre la gente de la región y otros lugares. A pesar de su retirada ubicación en las altas montañas, grupos de fieles continuaban penetrando las profundidades y los peligros de la selva para honrar a Ntra. Sra. de Lavang. Gradualmente, los peregrinos que iban con hachas, lanzas, cañas y tambores para ahuyentar a las bestias salvajes fueron remplazados por otros llevando estandartes, flores y rosarios. Las peregrinaciones sucedían todos los años a pesar de la continua campaña de persecución.

En 1886, después de que la persecución oficialmente cesó, el obispo Gaspar ordenó edificar una iglesia en honor a Ntra. Sra. de Lavang. A consecuencia de su remota emplazamiento y la limitación de fondos llevó 15 años completar la iglesia de Lavang. Fue inaugurada por el obispo Gaspar en una ceremonia solemne donde participaron más de 12,000 personas y duró desde agosto 6 a agosto 8 de 1901. El obispo proclamó a Ntra. Sra. de Lavang como Protectora de los Católicos.

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