11.4.05

Apocalipsis en Europa

En la Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Europa, 2003:7,1,2.8,1,2,3.9,1,2.10,1.68,1: Juan Pablo II expone la situación en Europa:

hombres y mujeres parecen desorientados, inseguros, sin esperanza (…) pérdida de la memoria y de la herencia cristianas, unida a una especie de agnosticismo práctico y de indiferencia religiosa (…) lento y progresivo avance del laicismo (…) el vacío interior que atenaza a muchas personas y la pérdida del sentido de la vida (…) dramático descenso de la natalidad, la disminución de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, la resistencia, cuando no el rechazo, a tomar decisiones definitivas de vida incluso en el matrimonio. Se está dando una fragmentación de la existencia; prevalece una sensación de soledad; se multiplican las divisiones y las contraposiciones (…) grave fenómeno de las crisis familiares y el deterioro del concepto mismo de familia (…) el egocentrismo que encierra en sí mismos a personas y los grupos, el crecimiento de una indiferencia ética general y una búsqueda obsesiva de los propios intereses y privilegios (…) Junto con la difusión del individualismo, se nota un decaimiento creciente de la solidaridad interpersonal (…) En la raíz de la pérdida de esperanza está el intento de hacer prevalecer una antropología sin Dios y sin Cristo. Esta forma de pensar ha llevado a considerar al hombre como “el centro absoluto de la realidad, haciéndolo ocupar falsamente el lugar de Dios y olvidando que no es el hombre el que hace a Dios, sino que es Dios el que hace al hombre. El olvido de Dios condujo al abandono del hombre”, por lo que, “no es extraño que en este contexto se haya abierto un amplísimo campo para el libre desarrollo del nihilismo, en la filosofía; del relativismo en la gnoseología y en la moral; y del pragmatismo y hasta del hedonismo cínico en la configuración de la existencia diaria”. La cultura europea da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera (…) De esta cultura forma parte también un agnosticismo religioso cada vez más difuso, vinculado a un relativismo moral y jurídico más profundo, que hunde sus raíces en la pérdida de la verdad del hombre como fundamento de los derechos inalienables de cada uno (…) el hombre (…) se contenta, por ejemplo, con el paraíso prometido por la ciencia y la técnica, con las diversas formas de mesianismo, con la felicidad de tipo hedonista, lograda a través del consumismo o aquella ilusoria y artificial de las sustancias estupefacientes, con ciertas modalidades del milenarismo, con el atractivo de filosofías orientales, con la búsqueda de formas esotéricas de espiritualidad o con las grandes corrientes del New Age (…) Hay fenómenos claros de fuga hacia el espiritualismo, el sincretismo religioso y esotérico, una búsqueda de acontecimientos extraordinarios a todo coste, hasta llegar a opciones descarriadas, como la adhesión a sectas peligrosas o a experiencias pseudoreligiosas".

Superar todo esto o siquiera reducir su daño está fuera del alcance humano. Es ya un apocalipsis espiritual, contra el que ya solo podemos invocar la omnipotencia suplicante de María, la Madre de Dios.

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