3.7.04

Filipinas: !No mateis a mi pueblo!

La escritora y reportera de televisión June Keithley, describió algunos sucesos que habían tenido lugar durante los días extraordinarios que precedieron a la dimisión del presidente Marcos. La revolución del Poder del Pueblo de 1986 movilizó a grandes multitudes de filipinos que cantaban en las calles pidiendo justicia. Sus cánticos, no obstante, tenían el sonido del rezo del rosario, de los cánticos religiosos. En aquella época la gente también rezaba y ayunaba por la reforma política, en las iglesias, en los conventos y en las casas particulares. Las tropas del gobierno tenían orden de dispersar al pueblo.
La señora Keithley nos contó que llevaba puesta ropa de campaña cuando transmitía por televisión, en directo, las noticias del extraordinario levantamiento pacífico. Las masas de en las calles seguían rezando el rosario sin cesar. Muchos portaban imágenes de la Santa Madre, a la que llamaban cariñosamente «Mamá María». Algunos ofrecían guirnaldas de flores a los soldados que montaban guardia. Algunas monjas valerosas se subían a los tanques que se aproximaban. Otros se tendían en el suelo para hacer que se detuvieran.
Nadie aparentaba tener miedo. Todos compartían la comida que tenían. Los que se quedaban en casa enviaban provisiones de comida y bebida a los que se manifestaban en las calles. Se llegaron a pasar bocadillos a los soldados que estaban dentro de los búnkeres del presidente, y a los oficiales de los servicios especiales de Marcos. Un lazo de amor mantenía unidos a los filipinos. El rosario se rezaba continuamente. La melodía del Avemaría sonaba después de cada misterio.
De pronto, se hizo visible claramente “una Mujer hermosa, rodeada de una inmensa luz brillante y vestida de monja”. Su luz era deslumbrante; las multitudes del pueblo filipino la vieron los tanques que habían sido enviados con orden de dispersar al pueblo sin temor a las consecuencias para las personas o las cosas. La señora Keithley dijo que se quedó «aturdida» ante la belleza de la mujer: «Extendió los brazos al frente y dijo, con una voz que todos pudieron oír claramente»:
-¡No matéis a mi pueblo!
Es evidente que los soldados de los tanques vieron y oyeron a la Mujer Hermosa, pues depusieron inmediatamente las armas, negándose a disparar sobre sus conciudadanos. La señora Keithley retransmitió en directo este hecho extraordinario por televisión, y un número incontable de millares de filipinos eufóricos se echaron a la calle. Mamá María estaba con ellos. ¡Había venido en persona para salvarlos. Aquella noche, el presidente Marcos abandonó el país rumbo a las islas Hawai. Muchos filipinos me dijeron que saben que era la Santa Madre quien estaba con ellos entonces.

Janice T. Connell. Encuentros con María. Edaf. 1996


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