7.6.04

Santa Beatriz de Silva, liberada por María

Hay una tradición conservada en Campo Mayor, que es todo un símbolo de la belleza angelical que distinguía a la joven Beatriz. En una de sus iglesias se venera un cuadro de la Virgen con la cabeza inclinada y los ojos cerrados, sosteniendo sobre sus rodillas al Niño. A su lado están arrodillados San Francisco y San Antonio. Las facciones de esta Virgen, según la tradición, son copia del rostro candoroso de Beatriz. Su padre quiso tener un cuadro de la Virgen para la capilla de su residencia y con este fin mandó venir a un pintor italiano. El artista expuso al padre que el mejor modelo para la Virgen sería su misma hija. Esta, por obediencia, accedió a ello, pero, poseída de un inocente pudor en servir de modelo para un cuadro de María Inmaculada, no abrió sus ojos ante el pintor. Así resultó una imagen de la Virgen sumamente expresiva y delicada, conocida con el nombre de la «Virgen de los ojos cerrados».

En 1447 Juan II de Castilla contraía matrimonio con Isabel, princesa de Portugal. Esto dio lugar a que la nueva reina de Castilla pidiese al alcaide de Campo Mayor a su hija Beatriz como primera dama. Tenía ya entonces veintitrés años, y, al decir de la Historia manuscrita de 1526, «allende venir de sangre real, era muy graciosa doncella y excedía a todas las demás de su tiempo en hermosura y gentileza». La corte de Castilla residía por entonces en Tordesillas, al oeste de Valladolid, en plena meseta castellana, junto al río Duero. El ambiente palaciego estaba dominado por intrigas y frivolidades cortesanas de la época. Estas fueron las espinas que encontró Beatriz en Tordesillas, haciendo más bella y fragante la flor de su virginidad.

Fuese por intrigas de algún caballero resentido ante la negativa de Beatriz a sus pretensiones, fuese por celos de la reina, que llegó a ver en ella una amante rival, cayó en desgracia de ésta. «Viendo la grande estimación que todos hacían de la sierva de Dios, la reina hubo celos de ella y del rey, su marido, y fueron tan grandes que, por quitarla de delante de los ojos, la encerró en un cofre, donde la tuvo encerrada tres días, sin que en ellos se le diera de comer y de beber». Fue todo un torbellino de pasión, que quiso tronchar la vida de esta delicada flor, pero acudió en su defensa la Reina del cielo.

«La Virgen María se le apareció con hábito blanco y manto azul y el Niño Jesús en brazos, y, luego de haberla confortado con cariño maternal, le intimó que fundara en su honor la Orden de la Purísima Concepción, con el mismo hábito blanco y azul que ella llevaba. Ante tan señalada merced de su Reina y Señora, Beatriz se ofreció por su esclava y le consagró, rebosante de gratitud, el voto de su virginidad y le rogó confiadamente la librara de aquella prisión. La Reina celestial accede sonriente y desaparece».

La intervención de don Juan Meneses, tío de Beatriz, hizo que la reina Isabel abriese el cofre pasados tres días, esperando que su dama fuese ya cadáver. La sorpresa de todos fue impresionante. Beatriz apareció con más belleza y lozanía que antes de ser encerrada. Todos adivinaron que la bella dama portuguesa había sido favorecida en aquellas horas obscuras y tenebrosas con alguna luz especial del cielo. La Santísima Virgen la había escogido para dama suya.

La Virgen en tiempos de revolución

La revolución francesa trajo consigo el hundimiento de la sociedad estamental y de la monarquía francesa. Pero no se trató de una revolución, fue también una gran masacre; hoy se le llamaría genocidio. Sus víctimas no fueron solo los miembros del antiguo régimen, sino los propios revolucionarios. Y, para colmo, luego vinieron las guerras napoleónica; más que conquistas territoriales o desgracias materiales, lo que acarrearon fue la extensión del virus revolucionario -y de la inestabilidad que conllevaba- a toda Europa. La orgía de sangre se extendió desde Moscú a Lisboa sin ahorrar Estado o Nación alguna. Al iniciarse el segundo tercio del siglo XIX, Europa entera afrontaba una difícil situación. No se trataba solo de que las ideas emergentes, liberales, tenían un modelo de sociedad distinto al antiguo régimen, sino que, en la medida en que éste estaba identificado con la Iglesia, eran ideas anticlericales.

Pronto iglesias y conventos de toda Europa fueron objetivos privilegiados de los revolucionarios. Los continuos progresos y desmanes de los revolucionarios llevaron a la cristiandad a un clima de desmoralización y abatimiento. Justo en ese momento se inician las modernas "apariciones marianas" alcanzando tal intensidad que, en rigor, Pío XII pudo decir que el siglo XIX fue "el siglo de oro de María". Juan XXIII, por su parte, encuentra en esta época el inicio de lo que llama "la era mariana".

Fue en Francia, el país sin duda más afectado por los procesos revolucionarios de finales del siglo XVIII y del siglo XIX, donde se produjeron las cuatro grandes apariciones marianas reconocidas por la Iglesia. En los cuatro episodios, los niños (o adolescentes) fueron sus protagonistas. Y, aunque los mensajes volcados en el curso de las apariciones fueron muy distintos, en realidad, lo que hacen es preparar el camino para el gran misterio mariano del siglo XX: las apariciones de Fátima y éstas, a su vez, tienen su prolongación en las apariciones no reconocidas (1) de Garabaldal.
(E. Milá en Internet)

(1) Pero el juicio eclesiástico no es definitivo

Carta de San Ignacio de Antioquía a la Virgen y respuesta de la Madre

The Epistle of Ignatius to the Virgin Mary

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Her friend1 Ignatius to the Christ-bearing Mary.

Thou oughtest to have comforted and consoled me who am a neophyte, and a disciple of thy [beloved] John. For I have heard things wonderful to tell respecting thy [son] Jesus, and I am astonished by such a report. But I desire with my whole heart to obtain information concerning the things which I have heard from thee, who wast always intimate and allied with Him, and who wast acquainted with [all] His secrets. I have also written to thee at another time, and have asked thee concerning the same things. Fare thou well; and let the neophytes who are with me be comforted of thee, and by thee, and in thee. Amen.

Reply of the Blessed Virgin to This Letter.

The lowly handmaid of Christ Jesus to Ignatius, her beloved fellow-disciple.

The things which thou hast heard and learned from John concerning Jesus are true. Believe them, cling to them, and hold fast the profession of that Christianity which thou hast embraced, and conform thy habits and life to thy profession. Now I will come in company with John to visit thee, and those that are with thee. Stand fast in the faith,2 and show thyself a man; nor let the fierceness of persecution move thee, but let thy spirit be strong and rejoice in God thy Saviour.3 Amen.


Perpetuo Socorro Posted by Hello

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